Las tenía adormecidas, la paz y la tranquilidad; mitad pasmo, mitad perplejidad.
En la libertad pequeña e insustancial de mi casa, de mi mar y mi familia.
Resistiendo.
Pero hoy, vienen las palabras hirientes e insolentes, segunda acepción. Y no queda más remedio que la lucha.
He aceptado de mal grado pero sin acción la prohibición. He respetado sin creerlas las falacias pseudocientíficas y económicas. He defendido, francamente, su libertad, porque la suya me hacía también más libre. He soportado, con sonrisa, miradas inquisitivas y reproches mal disimulados.
Este es mi terreno, o pretende serlo, y en ese plano daré la batalla, mas quizá no quede lucha por librar.
Hoy vienen, y desenfundo la pluma y el humo. Y grito: ¡No!”
Esto vino al folio en blanco, después de oír a un portavoz de la Comisión Médica Colegial de España o así, muy ufano y alegre por la llamada Ley Antitabaco, equiparar a los fumadores con hijos a los maltratadores, preguntándose cómo no se les persigue.
Soy fumador y padre.
Y me llamo Enrique Tárraga Rodríguez.
Esta entrada ha sido publicada tambien, en La pipa es el tiesto de las flores del humo, blog fumador y poético con el que a ratos colaboro.