Este sábado pasado, mientras
disfrutaba del viejo mar en el que remojo los dolores, la conciencia y las
esperanzas, llegado al rincón levantino de mis ratos de ocio y alegría, un
amigo de lo ajeno tuvo a bien, el muy malnacido,
estropearme un rato el fin de semana, y provocarme cabreos varios y
sinsabores que me persiguen aún trascurridos varios días. Reconozco.
Después de destrozarme la
ventanilla del coche, por el vulgar medio de martillazo o similar –nada que ver
con la elegancia o destreza del que abre el coche sin causar daños-, me sustrajo
el bolso con toda la documentación.
En poco mas de dos horas, el
tiempo que transcurrió entre el aparcamiento del vehículo y la vuelta, remojado,
satisfecho y preparado para la nuit, pasé a ser un completo indocumentado. Ni
documento de identidad, ni carnet de conducir, ni tarjeta sanitaria, ni tarjetas de crédito varias, de Clubes a los que pertenezco, la del
nombrado gran almacén también. Y por supuesto, los euros con los que pensaba
pasar un rato a la orilla del mar.
Con ser todo eso un gran
contratiempo, que me hará perder –ya lo hace- el tiempo en renovaciones varias
y sustituciones diversas, lo que de verdad me cabreó fue que junto a todo ello,
se llevó también dos dispositivos de almacenamiento electrónico llenos de
escritos míos –de mi ocio y de mi ocupación, demandas, quejas, contestaciones,
estudios, recursos…- y lo peor: dos viejas plumas estilográficas Parker 21 que
me acompañan largo tiempo, un bolígrafo chapado en oro por el que mis hijas
rompieron hucha y alegraron mi corazón y
mi alma, y uno de mis moleskine, esos
elegantes y evocadores cuadernos de hule negro, en los que emborrono escasos y
pobres versos, mis pequeños escritos, las ocurrencias y vivencias que me vienen
dadas o contadas o soñadas…y que estaba ya por ultimar o casi.
Así pues, si alguno lee –no creo,
tanto porque no exista ese aprovechamiento, como porque nadie lee estas cosas-
noticias mías sin contrastar, o de alguno de los personajillos que pueblan
escritos y noticias por aquí, sepa disculparme. No sería yo el abajofirmante, si no alguien, EL
HIJOPUTA, que un día de verano intento fastidiarme la mar, el descanso y la
vieja moleskine.
O sea.
Postscriptum: perdonaran ustedes lectores escasos el vocablo que intitula esta entrada y adorna sus últimas líneas; ando cabreado obvio es. Siempre me consideré un ciudadano normal, respetuoso de leyes, ordenanzas y derechos ajenos; poco dado a molestar al vecino y compatriota, sufridor en muchas ocasiones de sus desmanes, ruidos, atropellos y dejadez varia sin demasiada protesta ni altercado; pagador de tasas, arbitrios, impuestos y contribuciones, en ocasiones en demasía para el uso de los servicios públicos que hago; ayudante de quien me pide ayuda y aconsejante de quien me pide consejo, mal que bien; un tipo normal con una vida normal, anodina, silenciosa, respetuosa; que es a lo único que aspiro. Pero es que de vez en cuando conviene el exabrupto, llamar a las cosas por su nombre, más en el rico idioma nuestro. También: malnacido, delincuente, cabrón, desgraciado, maldito, facineroso, estulto, gilipollas, bárbaro, bastardo, cafre, canalla, desalmado, energúmeno, bribón, descerebrado, malasangre y malasombra, orate, sanguijuela, tunante, zote...