Señora…
La sigo añorando. ¡Mucho!
Y la pienso. ¡Constantemente!
Y me maldigo, por mi actitud, y, ¡Dios mío!, por mis
palabras y aún mis silencios. Esos que creía inalterables y suyos.
Lo siento. Mucho. Siempre. Ciertamente. Espero que me recuerde, y pueda perdonarme. Aún con tiempo. Todo el
del mundo.
Porque la supongo enfadada. Y lejana. Y ausente.
Pero yo la quiero alegre, dichosa, feliz.
En la lejanía, cercana. En la ausencia, mía. Y en el
silencio, preñada de voces, rimas, flores y versos.
¡Señora, señora mía, vida mía…!
…sigo.
En usted, por usted, con usted.
Si tiene a bien acogerme.