jueves, 5 de febrero de 2009

En el Bar de los "currelas".

Tiempos nuevos, tiempos salvajes
toma tu parte, nadie regala nada...
ni aire que respirar...
tiempos nuevos, tiempos salvajes.
Ilegales, 1982.




Hoy, en el café mañanero antes del trabajo en mi bar de todas las esquinas, dos individuos bien vestidos y perfumados, muy de Lacoste y Ralph Laurent, y muy de peluco y abalorios de oro, vinieron a situarse a mi lado en la barra, mientras la camarera marroquí, aunque diriase brasilera, que nos alegra las mañanas, acudía solicita a su atención. Por supuesto que desentonaban en el bar de currantes, pero tal y como está el país, cualquiera puede ahorrarse unos euros en el desayuno o simplemente andar de paso. Sin demasiado interés, no pude por menos que escuchar parte de lo que comentaban, que llamó mi atención. Uno de ellos, el más joven, le decía en tono socarrón al otro que ya le comentaron el nuevo negocio que había montado, y que si necesitaba algún inversor, él no tenía inconveniente en entrar como capitalista. El otro, constructor de medio pelo, que tenía colgada media promoción de chalets, parece que había decidido montar en uno de ellos un club de alterne, "barco" le llamó, escondido y sin demasiada publicidad, donde tenía trabajando una decena de chicas, españolas casi todas junto con alguna sudamericana, con el beneplácito y colaboración de algún que otro miembro destacado de la comunidad, que se encargaba de dejar caer por allí a los clientes y de que no molestase demasiado la policía local, proporcionando de paso las dosis de viagra necesarias para que los clientes se engañaran pensando en sus heroicidades sexuales. En algo hay que utilizar el ladrillo, dijo, y es sorprendente, pues casi todas las meretrices que se han ofrecido son españolas, amas de casa con el marido en el paro y despistado, separadas o divorciadas con ex insolventes y pasotas, chicas hartas de la cola del Inem, a las que la hipoteca y la cesta de la compra, y el cole de los niños, y la letra del coche nuevo recién estrenado, tienen agotadas y ahogadas. Y, pensé yo con un punto de amargura, casi todos los clientes serán inmigrantes parados que olvidan el país y la honra, y ex insolventes y pasotas, y maridos en paro y despistados, y chicos hartos de la cola del Inem, a los que la hipoteca y la cesta de la compra de la mujer, y el cole de los niños y la letra del coche nuevo también recién estrenado tendrán a malvivir, mientras los de siempre capean el temporal y siguen negociando.
La gente, la pobre gente, hace lo que puede o lo que le dejan, mientras suenan fanfarrias políticas y proclamas obscenas de planes gubernamentales, camino del abismo. Tiempos nuevos, de nuevo tiempos salvajes.

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