jueves, 3 de noviembre de 2011

Pensamiento

Es día extraño, el primero de noviembre.


Vuelvo a mi casa, que ya no es tal

más que en recuerdos vagos y viejos

extrañado de todos y de todo.


Pongo flores en la tumba de mi padre

hablándole tras el frío mármol y el olor de rosas,

en conversación pendiente

como tantas otras cosas.

Cruzo mi pecho de plata y remordimiento

esperando la otra vida en el miedo.


Paseo por las calles de mi niñez,

ocupada entre juegos y sueños;

busco mis pequeños recuerdos,

y me sorprendo encontrando pocos

perdidos entre juguetes y lecturas.

Irreales.

Miro los callejones de mis primeros besos,

los bares de las noches de bruma y sexo,

cuando olvidaba todo -vanamente-

en aquellos inviernos de instituto y despertar primero.

Aquellos lugares que, siendo míos,

debieron serlo nuestros.


El pequeño pueblo manchego,

casi murciano,

que en mi deambular tuvo que ser casa y cobijo - quizá la duda-

es ahora

ausencia y silencio.

Ausencia de recuerdos y afectividades

silencio de mi voz

que ya no clama allí

dónde tantas noches soñé, deseé, creí.



Día de los muertos, esos que me son tan cercanos

de fríos y solos

-poeta dixit-

...pero yo sigo caminando en carreteras de trueno y besando las rosas bajo la lluvia...

en su recuerdo.






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