Apología del trabajo en negro por
dos currantes, extranjeros, a mi lado en el bar de todas las esquinas. Tienen
que vivir, dicen, o roban o trabajan sin pagar sus impuestos; todos lo hacen,
los ricos también y en mayor medida. Claro.
Y la sufrida clase media
española, asfixiada por levas, sanciones, tasas por doquier, impuestos
crecientes, atada por una mínima nómina, mísera y mileurista, asombrada por el deterioro de los servicios
públicos, la pérdida del poder adquisitivo
y la calidad de vida, desangrada mes a
mes y día tras día. Atrapada entre grandes fortunas e insolidarios del dinero
oculto, negro y nauseabundo.
Hay que vivir. Por supuesto.
Todos.
Lo contrario es inmoralidad y
jungla.
Post scriptum; lo oído podía haberlo
sido también en la consulta de muchos profesionales liberales, o en el Consejo de Administración de
cualquier sociedad multinacional, en el colmado de la esquina, en las
mesas de algún restaurante tres estrellas o en la cola de cualquier sucursal bancaria o… Vale.
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