miércoles, 26 de noviembre de 2014

Mínimas escenas y 4

Otra tarde en mi bar de todas las esquinas.

Compartiendo frío y café con los escasos parroquianos; afuera el viento arrecia, y la lluvia cae en minúsculas gotas, como llorando sin querer.

La niña a mi lado merienda y ríe y descubre sus pequeñas cosas, en un despertar a la vida en el que todo es nuevo y bueno y azul.
La miro y sonríe, con la pureza inmaculada de sus pocos años, acompañándome en otra tarde gris y monótona, en el día a día de la ciudad. Habla rápido, atropelladamente, y sé por ello que está contenta y feliz, y me cuenta sus aventuras del colegio, los juegos con su hermana, las ocurrencias de los compañeros, la curiosidad de las primeras lecturas…


Lento transcurrir de la vida, esa con la que procuro congraciarme en el humo, en el verso, en la dulce sonrisa de mis hijas.




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