Yaces, al fin, como viviste
hermosa, extraña y distante
cien, mil mujeres, cien mil
pero una sola.
Tendida fría en el mármol confundido con tu blanca piel;
sonrosada, aun viva, aun oscura, aun asombro
apenas
en los pechos y en el sexo;
sorpresa de forenses, anatomistas, estudiantes
sirviendo todavía –es tu elección-
al descubrimiento de los misterios gozosos, íntimos, secretos
como en vida.
Las rosas grabadas de tu espalda, las mutadas mariposas
vuelven a su ser
de gusanos alimentados de carne, la tuya,
recorriéndote el cuerpo, llevándote de nuevo a tu lejana selva
en sus cuerpos llenos de ti, y renaces
a la vida
lejos del frío donde ahora yaces
aun hermosa
aun extraña
aun distante
sola en el blanco mármol.
Te lloran lágrimas amazónicas al fin
y retornas al vientre materno, húmedo, ajeno a explosiones y
gemidos,
a la vieja morada de tus ancestros
alumbrando el ser que fuiste
una de cien, mil mujeres, cien mil
muerta pero liberada
en el frío y blanco mármol del instituto anatómico-forense.
sorprendente...señor Gaviero..
ResponderEliminarPues espero que la sorpresa sea positiva y agradable, en todo caso.
ResponderEliminarGracias por leer y comentar lo que por aquí dejo, mal que bien, quienquiera que seas.
¡Qué bello! En lugar de pensar en la muerte me hace pensar en la vida. Pura intensidad.
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