miércoles, 25 de noviembre de 2009

Fumando en el bar de los currelas

Esta entrada ha sido publicada antes en La pipa es el tiesto de las flores del humo, blog fumador y poético , y la dejo aquí con el consentimiento tácito, espero, de su ideólogo e inspirador Thomas Bernhard, que tuvo a beneplácito incluirla; para su mayor difusión, porque todavía quedan resistentes. O sea.






Las 7´45 horas de un viernes otoñal. Saboreo el café mañanero en mi bar de todas las esquinas.
Cargo mi pipa, una Martín con nombre poético, Dolzaina; el tabaco, fresco y suave, carga la cazoleta entre susurros y esperanzas; la mezcla inglesa, recia y contundente, del Squadron Leader, juega con el delfín, y rie alegre. O eso creo.

Pienso.
Quizá dentro de poco no podré hacerlo. Fumar en mi bar de todas las esquinas. Mientras observo el paisanaje y me pongo al día del país, la crisis y demás, mejor que en noticiarios de escasa objetividad y menos cercanía, alejados siempre de la realidad dura y quizá triste del día a día, ocupados en tramas imposibles, cumbres multinacionales y conmemoraciones inútiles y aún innecesarias, entre proclamas y eslóganes que aquí, entre olores a café y coñac, humo de tabaco y varón dandy, perfumes de la clase que aguanta al país y a sus gobernantes, suenan obscenos y pornográficos.

Y miro. De nuevo la balada del bar de los currelas
A los currelas que trasiegan copas de pacharán y carajillos antes de reincorporarse al tajo, entre bromas y carcajadas y humo de cigarros, riendo por ser viernes y fin de semana, y tras la jornada, el día los dejará lejos del andamio y la máquina y la crisis y demás. Al inmigrante de color que en otros tiempos políticamente más incorrectos y aún aquí llamamos negro, cargado con bisutería y relojes mil, iluminando su cara con una sonrisa que llama la atención, de blanco y alegre y quizá soñador, mientras descansa un rato de mantear, comiendo un pincho y pensando en irse con su primo, que vive en Marsella o en Frankfurt, donde la vida no es tan dura tras la patera. Al ludópata que tras rápido café, maldice a la máquina que le esgrime colores, mientras tras él lo chinos cuentan las jugadas y levantarán el premio. A los empleados de la sucursal bancaria, encorbatados, desayunándose antes de denegar los créditos. Al borracho de todo bar, que apura su copa de chinchón antes de continuar su recorrido y pasar a ser el borracho de otro bar. Al repartidor que descarga los congelados, mientras comenta lo mal que está el tráfico y lo cabrones que son los municipales. A la chica de la esquina, que se desmaquilla ante la manzanilla y cuenta la bolsa de la noche, disimulando ojeras y minifalda, y dice no al último cliente. Al taxista que, en doble fila, comenta las ultimas noticias de la radio quejándose del lumbago que lo tiene a malvivir, y que vuelve a decir lo cabrones que, efectivamente, son los municipales y el alcalde. Al vendedor del cupón, que tropezando, asegura que esta vez si, el gordo, y que le queda la niña bonita. A la pedigüeña rumana, con el crío a cuestas, que vende estampitas mientras intenta sustraer alguna cartera con dedos ágiles y malnutridos. Al triste parado, que saborea su anís, antes de la cola interminable en la oficina del INEM. Al quiosquero que termina de dejar los periódicos del día, mientras sueña con océanos y mulatas...

Olor a café recién hecho, a bollería, a humo de tabaco y sudor. A vida.

Quizá los políticos gobernantes debieran compartir alguna vez un café y una pipa en el bar de todas nuestras esquinas...





...para iluminarse con las volutas del humo y redimirse. Creo.

2 comentarios:

  1. Y sin tácito: es expreso ;) Siendo usted el autor, qué menos que ponerlo en su propio blog.

    Un hermosísimo pedazo de vida.

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  2. Danke Thomas B.¡
    ...como te digo, porque todavía quedan resistentes. Y te cito: fumar tiene su poética...

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