viernes, 20 de noviembre de 2009

Políticamente estúpidos

Oigo y veo en todos los noticiarios y leo en todos los periódicos, los éxitos de la selección española de fútbol, que desacostumbradamente, cambió el sino y ahora ofrece victorias y buen juego donde antes no había más que derrota, fatalismo e ímpetu. Mi sabiduría balompédica no es excesiva, pues nunca mostré mucho interés por el deporte, y todo lo más, disfruto de acontecimientos más por distracción y ayuntamiento con amigos, compartiendo pipa, charla y jolgorio, que por verdadero amor por el deporte o éxtasis deportivo. Y, como muchos, sin demasiada oposición me dejo llevar por euforia irracional cuando los chicos que compiten representando a la nación donde pazco y crío consiguen algún éxito, incluso en menesteres tan exóticos y rarezas manuales como el jockey hierba, el tiro con arco, el pentatlón moderno o así. En fin, que soy más contemplativo que activo en la práctica deportiva, y como español medio, prefiero que ganen los nuestros a los otros, estúpidamente.
Pero en cuanto al deporte rey, el que ocupa y preocupa a millones de personas, válvula de escape de sinsabores y agobios, pasatiempo universal, negocio multimillonario, palanca política y demás, ando sorprendido y un punto cansado y agotado. No por los éxitos, como dije, bienvenidos, de la selección española de fútbol, si no por la manía y campaña orquestada de llamarla La Roja. En lo que yo alcanzo a saber y recordar, jamás la selección española de fútbol tuvo el apelativo de La Roja. Todo lo más, y tiempo ha, el juego español, por poco elegante, técnico y táctico, suplía sus carencias con arrojo, valentía y fuerza física, la llamada "furia" española, o "furia roja" por el color de las elásticas nacionales, que se aplicó por extensión a los deportistas españoles que despuntaban, y que compensaban su menor preparación y habilidad por dosis elevadas de testosterona, ganas y ahínco. Quizá por salir, vía éxito deportivo, de la miseria en la que generalmente se desenvolvía la vida del deportista español; situación que sólo la celebración de un acontecimiento universal -y carísimo- como unos Juegos Olímpicos, consiguió mitigar en parte, tras Barcelona 92. Pero ni ahí, ni antes ni después, se llamó a la selección española de fútbol La Roja, ni a los deportistas españoles o selecciones nacionales se les llamó de ese modo.
Tuvo que ser una empresa privada, a la que graciosamente se le concedió un canal de TV, de orientación política conocida, la que para atrapar en sus redes audiencia y share, inició una campaña fuertemente respaldada por otras empresas privadas patrocinadoras, para llamar a la selección nacional de fútbol la Roja, en clara reinterpretación de una tradición balompédica española inexistente y con una no disimulada orientación ideológica y semántica, políticamente correctas y nauseabundas. Y, cosa extraña, o quizá no tanto viendo y estudiando cuentas de resultado y líneas de subvención, mantenida, aumentada y amplificada por casi toda la prensa, radio y televisión nacional. En fin.
Por eso yo, me muevo en la duda: dejar de ver los éxitos balompédicos patrios, harto de lo políticamente correcto, o verlos con gafas de sol...para evitar La Roja, obviamente.

2 comentarios:

  1. Esperemos que esto de "La Roja" sea puramente marketing...

    ResponderEliminar
  2. me temo que no, pues lo politicamente correcto y sus adlateres florecen como volutas de humo en mi pipa

    ResponderEliminar

Soledad

        Soledad. La calle solitaria acompaña mi vigilia húmeda de madrugada y deseo; te busco en todos los rostros te persigo en todos los c...