De nuevo saboreo el café mañanero en el bar de todas las esquinas, refugio y cobijo antes del trabajo, en el que me pongo al corriente de la realidad del paisanaje y de la crisis y demás, mejor que en noticiarios de escasa objetividad y menos cercanía, alejados siempre de la realidad dura y quizá triste del día a día, ocupados en tramas imposibles, cumbres multinacionales y conmemoraciones inútiles y aún innecesarias, entre proclamas y eslóganes que aquí, entre olores a café y carajillo, humo de tabaco y Varón dandy, perfumes de la clase que aguanta al país y a sus gobernantes, suenan obscenos y pornográficos. El paisanaje anda apesadumbrado y luchador, hastiado de impuestos y promesas, taciturno y buscavidas. Y en todas las caras, y en todas las conversaciones, y en todas las miradas, no encuentro sino resignación y hartazgo, y no poca gallardía, de puro estoico y español.
Pues otra vez, el parado que ahora es de larga duración; el obrero que anda en el plan E y tiene colgada aún la deuda del Ayuntamiento; el inmigrante al que meses atrás se le acabó ya la remesa a casa y ni siquiera sueña con volver a su tierra; el que tiene el piso alquilado y pretende que las rentas sean maná duradero, y ve el retraso de la mensualidad e imposible el desahucio; el que vive alquilado, que trampea el pago y traga orgullo por el posible desahucio, sin puentes ya bajo los que vivir, de puro ocupados; la cajera del supermercado, que confió su bienestar al contrato temporal, lejos de preparación y cualificación, pues nadie le advirtió, y a la que ni el novio encofrador podrá ya hacer la reina de su casa, pues él anda también en el paro y en el cursillo y quizá en la emigración, como sus abuelos; el jubilado, temeroso de su pensión, que saborea el anís con sabor antaño; y el vecino inglés y el otro alemán, con la duda colgada entre volver a su tierra o seguir al sol y al golf, apretando filas y ahorros menguados por el IPC y por el maldito euribor; el fontanero y el electricista, asaltados a impuestos y demagogia, sabiendo y llorando por tener que ser de nuevo fontanero y electricista, y no llamarse pequeños empresarios; el joven que acabó sus estudios elementales, y no sabe dónde dirigir su camino, cegado por Bolonia y laxitud; el del cupón, que ya ni siquiera es ciego, asqueado por la competencia y la poca venta; el repartidor, ahogado por el combustible y las multas, con su eterna lucha contra los municipales, la zona azul y la doble fila, ¿dónde si no?; el tendero de la esquina, que cerrará algún día de estos, avasallado por mercancía china y módulos; la chica de la esquina, cada día nueva y distinta y multicultural, que ni bajando tarifa consigue cliente con quien compartir lecho o portal o coche, lejos de pasiones y desahogos...
...la gente, el paisanaje, al que los políticos gobernantes debieran, no ya servir, al menos oír, donde late el corazón del país y sus sueños y esperanzas...a las siete de la mañana, antes del curro, en el bar de todas nuestras esquinas...
"Todas las historias e infundios sobre su pasado, acumulados hasta formar otro ser, siempre presente y,desde luego, mas entrañable que su propia, pálida y vana existencia hecha de náuseas y de sueños" Apendice, Un Bel Morir, Alvaro Mutis
miércoles, 11 de noviembre de 2009
Pensamiento en el bar de los currelas
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