jueves, 14 de enero de 2010

...me llamo Jack y hago Westerns.

Vino a verme mi amigo del psiquiátrico, al que dejaron salir en visita navideña y regreso escaso a casa. El retorno definitivo no es tal por su propia iniciativa, pues sigue refugiado en el centro, más por querencia y voluntad que por necesitad y diagnóstico; en su opinión, y gracias al buen talante y mejor disposición de sus cuidadores, es mejor capear el temporal de crisis e incertidumbre contemplando el mundo y el país tras los ventanales de la institución. Además, desde que le acompaña el perrillo, pequeño can tricolor y testarudo, al que cuida, ama y enseña, aquello es casa y hogar. Creo.
Vino a verme, digo, en visita amigable, nocherniega y fraternal. Alejados ambos de cumplidos y compromisos, por años, vivencias y convencimientos, siempre la agradezco estos detalles, pues sé que al vernos, compartiendo charla y pipa, renovamos el calor, ahondamos el espíritu, abandonamos inexistentes reticencias de tiempo y espacio, y, en fin, cultivamos eso que llaman amistad.

Que aunque escasa y difícil, hayla.

Mientras saboreamos unos licores y fumamos algunas pipas llenas de virginia y latakia, disintiendo aún en el tipo de tabaco que exhalamos y con el que adornamos el cielo mediterráneo, pues con cariño observo que todavía prefiere sus queridos virginias, quizá recuerdo inconsciente de sus muchos años de cigarrillos y estrados, mientras que yo ando en el lado oscuro de la planta de shek-el-bind, mi amigo me alarga envuelto malamente, como acostumbra, mi regalo navideño. Mentiría si dijera que no lo esperaba, pues, conociéndome como ya lo hace, espero con delectación creciente su elección, hasta ahora plena de tino y propiedad.

Y efectivamente, con un acierto inexplicable, mágico y fácil, mi amigo del psiquiátrico me regala estas Pascuas tres de mis pasiones, que renuevan y apuntalan cada día, siquiera mínimamente, la difícil tarea de la vida.

Literatura, cine, tabaco.

Pues todo esto me regala mi amigo, envuelto malamente.

Literatura, cine, tabaco. Bajo el sugestivo título de “Tras la pista de John Ford,” la biografía extensa, profunda y audaz que Joseph McBride dedica al mejor director de cine de la historia, y evidentemente, fumador de pipa.

Pleno acierto, mon chéri. Y que contiene una de las dedicatorias más hermosas y poéticas que recuerdo, plena de matices, ternura y amor, que ya me hubiera gustado escribir a mí, más o menos: " A X. que me animó a escribir esto y me aportó los consejos....a pesar que sigue sin gustarle El Hombre Tranquilo". Genial.

Thank you.

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