martes, 18 de mayo de 2010

De fe y otras creencias.3

En la terraza de mi casa, en la que se vislumbra un poquito del querido Mediterráneo, y se oyen las gaviotas que regresan a él y al cobijo, y se huele quizá un jazmín, la sal y las algas, eternos perfumes de mi vida y deambular, pienso en otros tiempos.
El pequeño gineceo con el que comparto la vida marina de aquí anda en la cama, durmiendo por fin tras la jornada, la cena y el biberón.
El papá ahora descansa y sueña -¿cuando no?-, sonriendo la lectura, la pipa y el recuerdo, que tornan azules y melancólicos.

Esta carta no es una carta, no pretende serlo.
Es un pensamiento hecho palabras, letras escasas y mediocres. Es un vómito, un grito, un desespero; lleno de sentimientos y recuerdos.
Recuerdos de otros tiempos y otras costumbres. Recuerdos de sol y mar. De cines de verano y meriendas entre arena y sal. De descanso tras los estudios y exámenes, de reencuentros añorados y sentidos.
De padres e hijos, de conversaciones y lecturas, de novelas del oeste y helados noctámbulos, de paseos en el mar y de risas infantiles.
Y la imagen de un hombre con el cigarro en la mano, mirando el mar y sonriendo, mientras a su lado los chiquillos juegan, ríen, alborotan, lejos de la llanura y el invierno.
Plenitud. Satisfacción. Deber cumplido.
Y todo esto viene en el humo del pipa, una noche mediterránea llena de recuerdos, mientras las gaviotas van al mar, su cobijo y su refugio.
Quizá también el nuestro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Soledad

        Soledad. La calle solitaria acompaña mi vigilia húmeda de madrugada y deseo; te busco en todos los rostros te persigo en todos los c...