Idílico Mediterráneo.
Jóvenes saltando al mar desde el pantalán del puerto, entre risas y espumas.
Lo mismo, deseo, en toda su vieja y sabia ribera, desde Marsella hasta Alejandría, y en La Valeta, Estambul, Nápoles…
Afortunadamente, entre crisis y desasosiego, siempre hay algo eterno y trascendente a lo que acogerse, antes del desastre.
El mar, este nuestro, viejo, sabio, eterno, que ha visto los siglos y los hombres, es tan válido como cualquier otra certidumbre. Ahora sólo lo tengo a él.
Y quizá baste.
Jóvenes saltando al mar desde el pantalán del puerto, entre risas y espumas.
Lo mismo, deseo, en toda su vieja y sabia ribera, desde Marsella hasta Alejandría, y en La Valeta, Estambul, Nápoles…
Afortunadamente, entre crisis y desasosiego, siempre hay algo eterno y trascendente a lo que acogerse, antes del desastre.
El mar, este nuestro, viejo, sabio, eterno, que ha visto los siglos y los hombres, es tan válido como cualquier otra certidumbre. Ahora sólo lo tengo a él.
Y quizá baste.
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