jueves, 22 de diciembre de 2011

Sexta carta de amor muerto


"Veo en noticiarios, y leo en periódicos, gracias a los celadores poco escrupulosos del reglamento y necesitados de sufragar vicios y eludir pesquisas (CENSURADO) y siento  -por lo que cuentan unos y otros- en la calle, en los bares de todas las esquinas, la vuelta de todos a sus casas, al quehacer diario, al colegio de los hijos y a las bravatas y ordenes del Jefe.
Tendría que ser esta circunstancias motivo de alegría, pues al menos sigo vivo y sentido; pero sin embargo un poso de tristeza y resignación me invaden tras la jornada médica y ocupacional; pues si ahora puedo disfrutar mejor del mar, en ratos de tratamiento a su lado, aunque sea bajo la vigilancia y tras el barrote, pasados apreturas y muchedumbre, lo cierto es que el que todos se vayan y se hayan ido,  es sinónimo también de su ausencia. Del final del escaso verano mío, de momentos  fugaces y  momentos compartidos, de las pocas palabras cruzadas -pocas para las que me gustaría decirle y cantarle-, del mínimo roce de su mano, de su abrazo postrero...

Otro año pasado, y el sueño por cumplir o cumpliéndose de esta manera, que es quizá la única en que pueda hacerlo, no sé. Aunque ya sabe que a ratos me gustaría cumplirlo bien y fielmente, compartiéndolo todo con usted, hasta emborracharme el alma y las entrañas, mujer, y dejar de imaginarla en todos los momentos y lugares, en todas las conversaciones, en todas las películas vistas y libros leídos, para ser un día real, como el fuego y el mar que a ratos iluminan mi vida.

Pero estoy resignado. Resignado y feliz.

Feliz por poder decirle que estoy resignado a no tenerla nunca, ni compartir con usted mi vida monótona, o a ratos febril por su culpa; resignado a que pasen los años y el calendario sin mirarme en el azul mas que unos instantes; resignado a que el sentimiento, la verdad, la calma y la dicha de mi vida estén a distancia kilométrica, extraña y ajena, de otro; resignado a no compartir el café de la mañana, ni la almohada de la noche, ni la última de obra de teatro o la nueva rima del poeta; resignado a no descubrir en su compañía las calles de París...

Y también inmensamente feliz porque sé que todo eso, y más, lo tengo en sueños.
En los que vivo"

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