domingo, 25 de diciembre de 2011

Séptima carta de amor muerto

"Acabo de llegar, gracias al tratamiento que permite visitas vigiladas y recurrentes, de su querida ciudad, de su crianza, educación y despertar. Dónde otros, afortunados, la vieron despertar a la vida, al amor y al beso primero. He paseado escasamente de nuevo esas calles, que son las suyas, como extraño; buscándola; oyendo los suspiros de las piedras, y las risas de las esquinas, que de nuevo están deseosas de acogerla y vivirla.


El frío, ahora para mi extraño meteoro, me acompañó gustoso en el deambular, mientras divagaba y soñaba verla en cualquier momento, pese al celador acompañante y la dosis de medicamentos, que supongo me administraran con la comida o bebida (CENSURADO).  Pensando en cómo me hubiera gustado conocerla en aquellos momentos, en los que  usted enamoraba a la ciudad y la iluminaba con el eterno azul de sus ojos. Y quizá por el invierno o por el recuerdo, o la culpa,  una lágrima resbaló en mi rostro.


Pues mientras despertaba a la vida, al amor y al beso, y suspiraban por usted las piedras y los jóvenes, yo moría sin conocerla en mi pequeño pueblo o así...


Es un sentimiento siempre nuevo y distinto, pero igual de intenso y extraño. El pasear las mismas calles, mirar los mismos edificios, pasar el mismo frío -como aquí, el mismo calor, el mismo olor a jazmín y a sal, la misma arena, eternamente renovada pero igual, en los momentos de tratamiento al lado del mar bajo escasa vigilancia pagada para que sea relajada y olvidada (CENSURADO) -, quizá mi mente loca, enamorada, atormentada pretenda suplir su ausencia y deseo. 


Quizá esté muerto, pero es hermoso pensar que esa vida la pude vivir yo. En el azul."

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