He recibido de las escasas
lectoras de estas palabras mías –presumo, primera y segunda acepción, que son
lectoras en su mayoría- la invitación a retomar la mínima costumbre de dejarlas
por aquí, para lectura libre y desigual. Es su deseo que tenga más rapidez en
parirlas, y más predisposición para publicarlas.
Vicisitudes de todo tipo me han
mantenido alejado de la gavia,
abandonados los escritos más que anónimos, ausentes, y desierta mi
querida moleskine. Seco de inspiración, ajado de letras, huérfano, o viudo o
ex, de la musa. Y confieso negro sobre
blanco que busqué, más no hallé.
Algunos lectores me han acusado
de ser difícil y oscuro; otros de fácil y previsible, los más de ingenuo; los
menos leen con atención, pocos comprenden.
Mentiría si no esperara que estas
ocurrencias mías, los pequeños y mínimos poemas, las vivencias escasas, las
noticias de las que soy inesperado depositario, fueran leídas, valoradas,
compartidas. No fue esa mi intención primigenia. Pero me alegraría que
al menos un verso, una frase, una idea, iluminara la cara y traspasara el alma de un lector, aun único.
Entonces todo tendría su sentido
y cobraría valor lo que, mal que bien, llevamos al folio en blanco.
Aunque no fuese esa la intención
primera. Que la hubo.
Pero eso queda entre ese lector y
el que suscribe.
¿Eres tú, lector, ese al que
busco?
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