lunes, 2 de septiembre de 2013

Propósito de enmienda

He recibido de las escasas lectoras de estas palabras mías –presumo, primera y segunda acepción, que son lectoras en su mayoría- la invitación a retomar la mínima costumbre de dejarlas por aquí, para lectura libre y desigual. Es su deseo que tenga más rapidez en parirlas, y más predisposición para publicarlas.

Vicisitudes de todo tipo me han mantenido alejado de la gavia,  abandonados los escritos más que anónimos, ausentes, y desierta mi querida moleskine. Seco de inspiración, ajado de letras, huérfano, o viudo o ex, de la musa.  Y confieso negro sobre blanco que busqué, más no hallé.

Algunos lectores me han acusado de ser difícil y oscuro; otros de fácil y previsible, los más de ingenuo; los menos leen con atención, pocos comprenden.

Mentiría si no esperara que estas ocurrencias mías, los pequeños y mínimos poemas, las vivencias escasas, las noticias de las que soy inesperado depositario, fueran leídas, valoradas, compartidas. No fue esa mi intención primigenia. Pero me alegraría que al menos un verso, una frase, una idea, iluminara la cara  y traspasara el alma de un lector,  aun único.

Entonces todo tendría su sentido y cobraría valor lo que, mal que bien, llevamos al folio en blanco.

Aunque no fuese esa la intención primera. Que la hubo.

Pero eso queda entre ese lector y el que suscribe.


¿Eres tú, lector, ese al que busco?

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