Suenan en la torre
las horas que anuncian un nuevo día
mientras los jóvenes suben el volumen de los autorradios
y los perro y gatos ladran y maúllan a la luna.
Las chicas bailan con sus minúsculos vestidos
autómatas del nuevo siglo
atrapadas entre un mundo sin futuro
y la propaganda que las desea
delgadas, guapas, insatisfechas.
El viejo trovador ha muerto a tiempo
abandonando a sus vicios y adicciones
en su nirvana y sus mentiras
cuando hoy las nuestras
no son más que teléfonos de cuarta generación
y programas electorales
y son salvajes
todos los lados de la vida.
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