martes, 17 de diciembre de 2013

Apuntes del natural



I.
Suenan canciones extrañas en los altavoces del bar. Se oyen conversaciones mínimas en los mesas ocupadas por clientes anónimos y ausentes.
Hace frío afuera, en las calles grises y oscuras de la tarde invernal. Solitarias como cazadores furtivos, como amantes abandonados, barcos a la deriva.
El café es más amargo y negro. Converso con mi vieja moleskine, compañera fiel, dócil y resignada. No se queja porque mis versos son de nuevo negros como la noche, desesperados como condenados a muerte, incomprensibles jeroglíficos por descubrir, ausentes de rima y literatura. Paridas por el alma de un escribidor, lejano poeta oculto, asombrado de la podredumbre que rodea su vida y la mar.
La solución inmortal sería un tiro, pero aquí no hay rue de Brasseurs, y no tengo valor para el cuchillo ni estómago para el cianuro.



II.
La camarera de mi nuevo bar de todas las esquinas conversa con dos parroquianos acodados en la barra, mientras les sonríe con esa frialdad suya, con ese desdén centroeuropeo, mirándolos con los ojos glaucos venidos del frío y la perestroika, quizá hoy la trata de blancas.
Es hermosa, pero difícil.
Supongo que por eso atrae a los meridionales y se gana el puesto, mientras aquellos consumen sus carajillos y las copas que calientan sus tardes, iluminando sus deseos, esos confesables o no tanto.


III.
Suena la Creedence Clearwater Revival en mi bar de todas las esquinas. Creía que sólo era música para nostálgicos y gente entrada en años, pero me sorprende ver a la camarera centroeuropea o así contonearse al ritmo de los hermanos Fogerty. ¡Qué recuerdos!
Ahora solo falta que el tocadiscos –hoy el MP4 o similar- se descuelgue con las notas de Willy DeVille o unos acordes del Knopfler para transportarme –nos- años atrás, a esa Murcia estudiantil, libérrima y crápula que nos acogió. En fin. 


IV.
Tardes de invierno trascurridas lentas entre café, viento y canciones. Horas muertas en mitad del día, tras la jornada de papeles y estatutos de los trabajadores. Insistiendo en el folio en blanco, atrapado en mitad del mar, náufrago de mi mismo.
Roy Orbison canta a los descontentos,  y el poeta de Jersey dice que no es el héroe que Mary espera.
Viejas canciones, viejos sentimientos. Ojalá arrojaran luz en la oscuridad, luz en las tinieblas, luz en la fe maltrecha, luz en las noches inciertas, luz en los versos malditos, luz en los destinos fatales, luz en los caminos perdidos.










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