V.
Hay un borracho durmiendo a mi
lado en el bar de todas nuestras esquinas, quizá protegiéndose del frío, o soñando
con otras latitudes más calurosas, con mujeres dispuestas y fáciles, alcoholes
baratos y mullidas camas donde dormir sus eternas borracheras. Es uno de los
nuestros.
Dejémosle soñar y dormir, únicos
sustentos de su cuerpo delgado y maltrecho, alimentos de su alma que creo dolida.
Imaginemos para él un pasado trágico, una vida romántica, una bonita historia
de amores muertos y vengativos, un recuerdo de gloria y felicidad, mientras
ronca pesadamente y respira entre vapores perfumados de graduación y
libertinaje.
La camarera, al despertar, le
ayuda a levantarse y le sirve un café cargado, con misericordia de ángel
hermoso y bello.
VI.
Una inglesa rubia y anoréxica
bebe cerveza y copas de white wine en la barra de mi bar de todas las esquinas.
Canta estribillos de viejas canciones con acento marcado, lleno de
reminiscencias de largo recorrido, de días en el tajo y noches eternas, que la
retrata un punto alcoholizada, un mucho desinhibida, un poco perdida.
El meridional de turno, a su
lado, saca la media sonrisa canalla y la mira de hito en hito, sorprendido por
su suerte.
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