martes, 14 de enero de 2014

Apuntes del natural y 3

VII.

Revolotean  las gaviotas bajas en su vuelo, tocando casi el mar rizado, empujadas por el  viento invernal que hoy enfría el día, por fin consonante con la estación y el meteoro.
Miro el paisaje, asombrado por los caminantes del  Paseo Marítimo, que desafían el tiempo gris y húmedo; varios practican eso tan de moda últimamente, footing o running o simplemente y mejor correr o andar, pertrechados con llamativas prendas de color; otros, con las cañas bajo el brazo y las cestas en la mano, se dirigen a pasar el rato en la pesquera, protegidos por la mole de cemento del viejo rompeolas, al abrigo del viento de levante que preside la jornada;  los menos, como yo, observan el romper de la olas y el flamear del viento en las jarcias y los cabos de los barcos amarrados en los pantalanes del puerto, orquesta sinfónica un tanto desafinada y errática, pero impetuosa y viva.
Es hermoso el mar en el invierno, indómito y libre, como siempre fue en los siglos y la historia. Y yo me alegro por él, patria de los héroes nuestros, tumba de mártires, soldados, civilizadores, mercaderes, santos, Conrad dixit.
El viejo Mediterráneo.


VIII.

Hijos de la República a mi lado discuten con razones varias en la lengua de Balzac. Al vuelo consigo comprender algunas palabras dispersas, traduzco pequeñas oraciones. Al igual que los hijos de la Pérfida Albión, abundan estos otros colonizadores por el pequeño rincón del Mediterráneo donde vivo, pazco y crío.
Una invasión silente, ocupación incruenta, que no adapta costumbres, ni ayunta paisajes, ni hermana vecinos. Ese aire de superioridad, esa  grandeur algo mitigada por repúblicas no del todo satisfactorias, presidentes procesados, aspirantes perdidos en hoteles de lujo, entre copas de Laurent Perrier y amantes anoréxicas y lánguidas.
Pero al menos ellos usaron con diligencia la guillotina y la enciclopedia, esos símbolos de civilización, y van tirando entre revolución y revolución, algún siglo que otro.
Aquí seguimos perdidos entre flores de lis deshonradas, princesas del pueblo y héroes balompédicos, alimentando enanos territoriales, enjuiciando todo para luego no cumplir las sentencias ni las normas, y trincando a manos llenas. Lo de siempre.
Y aún hay quién niega que España exista. ¡Por Dios!






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