jueves, 13 de febrero de 2014

Escena y 7.

Tomo café –cortado- en mi bar de todas las esquinas.

Otra tarde más.

Frío y viento en el invierno al lado del  mar.

A mi lado la niña juega con su botella de agua, merendando.

Pienso en su futuro, cuando su padre ya no esté para compartir con ella las mínimas cosas de la vida, los dulces instantes de la existencia, las sonrisas cómplices, las pequeñas confesiones aún por llegar.

Ojalá en su recuerdo quede la imagen de un padre asido a la vida teniendo como únicos sustentos su sonrisa de estos momentos.

Ojalá pueda comprender, allá en su vida adulta, cuando sea ella quién acompañe a sus hijos a merendar, un día cualquiera de invierno, que su padre fue feliz en su pequeña compañía, en sus palabras incomprensibles, en la pureza de su mirada.

Y que pese a los sueños incumplidos, los anhelos congelados, las decisiones erróneas, lo salvaje de la vida, fue suficiente verse reflejado en ella.





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