Tomo café –cortado- en mi bar de
todas las esquinas.
Otra tarde más.
Frío y viento en el invierno al
lado del mar.
A mi lado la niña juega con su
botella de agua, merendando.
Pienso en su futuro, cuando su
padre ya no esté para compartir con ella las mínimas cosas de la vida, los
dulces instantes de la existencia, las sonrisas cómplices, las pequeñas
confesiones aún por llegar.
Ojalá en su recuerdo quede la
imagen de un padre asido a la vida teniendo como únicos sustentos su sonrisa de
estos momentos.
Ojalá pueda comprender, allá en
su vida adulta, cuando sea ella quién acompañe a sus hijos a merendar, un día
cualquiera de invierno, que su padre fue feliz en su pequeña compañía, en sus
palabras incomprensibles, en la pureza de su mirada.
Y que pese a los sueños
incumplidos, los anhelos congelados, las decisiones erróneas, lo salvaje de la
vida, fue suficiente verse reflejado en ella.
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