El viento golpea con fuerza
las velas henchidas del
velero;
navego en el temporal de mi vida
sin más faro que la luz de tus ojos.
Parpadeas y me pierdo
y naufrago
y sucumbo a la oscuridad.
Sigo esperando asido al mástil
con el rostro al viento y al mar
atado a los cabos
en el otoño de mi deambular.
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