Vuelvo a mi bar de todas las
esquinas, abandonado tiempo. Las mismas risas, los mismos sonidos, el mismo
olor a café recién hecho, humo de tabaco negro, humanidad laboriosa. Pulso de
la ciudad que despierta al trabajo, al sueño, a la esperanza o des-.
Otro año más de crisis, que en
algunos parroquianos es perpetúa y piel, aguantada con resignación hispana,
fatalismo cachondo y extrovertido y asombroso, que antes prefiriere las
subvención, la ayuda, la mínima subsistencia, que la guillotina, la barricada,
la revolución.
La camarera nueve aún las caderas
con gracia, alegrando el paisaje; el periódico deportivo, ajado, pasa de mano
en mano; el alcohol se consume con nombres extraños e ibéricos, reparos,
carajillos, belmontes, asiáticos…
…y yo, en mi rincón, sonrío a la
mañana y a la vieja moleskine que me
acompaña.
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