Sin salir de la habitación
combates aterradores y sangrientos
campos de batalla arrasados e
irreales
muertos a centenares, y
putrefacción.
Rodeado y sin tregua
-no la quiero, no la espero-
solo
defiendo el pendón.
Miles de cañones de Verdún
Jerjes y sus persas en el
corredor
el sexto ejercito congelado
la sal de Escipión;
escaramuzas son
con las libradas por mi pobre
corazón.
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