jueves, 26 de marzo de 2015

Minimas escenas y 6

A mi lado, inundando el bar de todas nuestras esquinas de risas, voces  y bromas, un grupo de cincuentañeras, alguna sexagenaria, de buen ver y, supongo, mejor palpar, toma café  y menta-poleo en comunión y asamblea.

Visten ropas deportivas, de colores imposibles, ciñendo cuerpos hermosos –cuarta acepción coloquial- en carnal homenaje a Botero o Rubens, despojadas de vergüenza; calzan zapatillas de deporte de diseños postmodernos, llamativas en líneas y coloridos. Un grupo de jóvenes o adolescentes no vestiría más acorde al siglo y a la moda.

Los aparatos celulares humean de mensajes, llamadas, intercambios varios.

Descansan después del paseo, o del jogging or runnig, y comentan risueñas y alegres las ocurrencias del nieto, de la vecina, la última noticia de la televisión, el postrer adonis al que llevarían a la cama –con cierto sonrojo o sin él, dependiendo de las pulsaciones aún no relajadas-, preparando encuentros, actividades, quehaceres…

Tomo mi café y sonrío.

Brindo en silencio por los maridos enterrados. Y pienso, con el poeta, qué tristes y fríos se quedan los muertos. La naturaleza y la demografía rigen sin sobresaltos en este país de viudas.

Sin reproche, enciendo la pipa y exhalo el humo.


C´est la vie, n´est pas?





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