Nuevas noticias epistolares de
don Nicasio. En sus papeles encuentro otra vez raras y diversas explicaciones a
su desvarío, ese que al final de los días lo llevó al crimen y al patíbulo.
Fechada en alta mar –incomprensible para mí, tomando en cuenta cronologías y
lugares en los que transcurrió su azarosa vida-, la carta reproduce gran parte
de sus obsesiones, hálitos y esperanzas. Es de las pocas conservadas en un
sobre americano, ajado y amarillento, con la dirección de destino –que no
citaré por si aún pudiera ser de utilidad para el caso, que me propongo reabrir o al menos volver a estudiar si mis consultas legales lo permiten-; en el anverso, una nota a máquina –por el tipo de letra e impresión una vieja
Hispano Olivetti M46, que era la que embarcaban los radiotelegrafistas de la Compañía
en la que navegaba por aquel entonces-, a la que obviamente se dio cumplimiento, indica “para el correo en
el próximo puerto/ Remite N. en alta mar”. Una simple inicial, suficiente
para que el destinatario supiera del embarque y lejanía de su interlocutor.
Dentro, en una cuartilla
encabezada con un lacónico Nicasio, el siguiente texto:
“Para hacer llegar a quién usted
sabe, cueste lo que cueste. Tiene usted el anillo en Joyería Bagués, del Paseo de Gracia de Barcelona. Y fondos suficientes en el lugar ordinario. Adjunto
carta para incluir en el envío”
Obra en un legajo de sus papeles
que con la divisa Procedencias varias/ reunido por el letrado, figuraba entre
las cajas, carpetas y papeles de los que soy depositario.
Creo que la tipografía de la letra,
la máquina con qué fue escrita y la procedencia del papel –he gastado algunos
cientos de euros en análisis y exámenes de unos y otras- me permiten
identificarla como la que sigue.
“Señora
Sigo en la fiebre y la dicha por tenerla a
usted presente en todos mis sueños, en todas mis hazañas reales o inventadas;
la llevo dentro por todos los mares del mundo, en todos los puertos de arriba,
jalones de mi existencia y deambular. Es usted, siempre, el refugio de mis
miedos y pesadillas, la esperanza con la que tejo mis sueños, la razón de ser y
la justificación de todo.
Yo, ya sabe, no
soy un héroe. Mis méritos escasos, mi falta de voluntad en muchos casos, y las
distancias físicas, emocionales y de clase que nos separaron siguen presentes,
siempre. Pero puede usted jurar que la tengo siempre en el corazón con el que
navego, en el alma con la que rezo y en el sexo con el que desahogo en los
puertos extraños mi carne y mi ansia.
El mar viejo y
sabio que me vio nacer, ahora transformado en océanos o intitulado con otros
nombres pero siempre igual; los sueños intensos, la fe en su imagen, la
desnudez proclamada de mi alma y la sinceridad con la que le escribo y vivo,
son mis únicos aliados. Insuficientes ya lo sé para tenerla o aún mínimamente
merecerla.
Mi pequeña
historia, el palpitar de mi corazón, todo lo que tengo, material e
inmaterial, es suyo. Lo será. Tarde o
temprano, en la vida suya o en mi muerte.
Yo soy un
antihéroe amputado, convencido de que el invierno de su vida era perpetuo, y a
él se habituaba, resignado; pero usted será la reina que merece. Y yo le canto,
le sueño, y usted me hace respirar, me renace, me ilumina. Es usted, por los
siglos de los siglos y amén, lo bello, lo sabio, lo hermoso, lo alegre, lo
misterioso, lo alegre, lo sereno y también lo salvaje de mi vida. Es todas y
cada una de la mujeres y lleva en su mirada de mar toda la historia, la
decencia y la belleza de nuestro nuevo mundo.
En la noche estrellada de mitad del Océano,
oyendo el susurro del viento y el estrépito de las olas contra el casco, el
ronroneo del motor que nos aleja y nos hunde en la oscuridad, mecidos por el
agua, pienso en usted, faro de mi vida, sal de mi mar, y canto la vieja
canción: / Porque moriré al fin/
sabiendo lo que es amar.
Acepte el presente que acompaño como testigo de mi locura por usted.
N."
Acepte el presente que acompaño como testigo de mi locura por usted.
N."