miércoles, 12 de noviembre de 2008

Perdida toda esperanza...

Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, pero a mí esto me parece una estupidez, pues si se ha perdido ya todo, de nada o poco sirve tener esperanza, y por otro lado, ¿de qué sirve que sea lo último que se pierda?

La esperanza se ha de tener cuando se tiene algo con lo que luchar, y ni siquiera cuando se tiene algo por lo que luchar, pues tampoco sirve de nada tener por lo que luchar si no se tiene con que hacerlo. Así pues, es aquella un buen complemento -positivo, eso si, y hasta imprescindible en muchos casos-, pero es eso, un complemento, porque lo necesario es tener con lo que luchar, con lo que combatir en esta vida -inhumanizada y cruel, desasosegara y sobredimensionada - que nos tocó vivir.

Desde que uno anda un poco pesimista y apesadumbrado, incluso un poco ateizado -con perdón de la parroquia, beaterio y demás -, sin mucha esperanza en un futuro no muy lejano y sin dar crédito a ciertas actuaciones y situaciones -injustas en el más profundo y hondo sentido que hoy puedo alcanzar a comprender-, la expresión de que sólo nos queda la lucha llega clara, sincera, justa, para llenar un sentido de vido algo escaso. Y lucha no en el sentido trágico de desencadenar batallas, tropelias, rebeliones aun individuales, sino en la más autentica de plantarle cara a la injusticia con las armas que cada uno, limitada, individual y genéticamente - por lo que a cada uno le tocó-, tenemos: siendo hombres, pensando, razonando y actuando, siendo activos contra la injusticia.
Aun perdida toda esperanza.

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