Dice el tango que siempre se vuelve al primer amor. Y tengo para mí que es cierto. Cierto y cruel, pues aún hoy siento las punzadas del corazón cuando su recuerdo llega a mí.
Empeñé mi esfuerzo e inteligencia en el olvido; pero erré en las artes, pues el amor es poco dado a subterfugios y no admite sustituto; y convivir con él sabiendo que la lucha acabó es descorazonador, inhumano. Ahora, un simple gesto, un perfume, un movimiento, es tortura que evoca su existencia y recuerda mi soledad, su ausencia y mi derrota.
Ni el desenfreno, ni las otras, ni el encierro ni el que todo lo cura que dicen es tiempo, han podido apartar de mí su imagen, su deseo y la añoranza de aquellos momentos. ¡Cuán insensato se puede llegar a ser dejando pasar la felicidad a tu lado!. ¡Qué difícil dejar de sentirse invencible cuando se tienen veinte años!. ¡Qué imbécil el veinteañero que se siente invencible!.
¡ Qué gran certidumbre, real y crudelísima, la del tango!.
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