lunes, 16 de febrero de 2009

Tras la barra.

La camarera, una de ellas, de mi Bar de todas las esquinas, dónde se reunen los currantes antes del tajo y del que ya canté una triste aunque esperanzada balada, la camarera digo, se llama Miloura, en francés, aunque todos la llaman Milú, castellanizando el nombre; es de origen marroquí, y es muy dispuesta y risueña, siempre con la sonrisa iluminando la barra dónde lloran, suspiran y sueñan los clientes.
Su nombre me trae siempre a la memoria las historietas de Tintin, quizá por la semejanza de su nombre con el del can que acompaña al periodista por medio mundo, fox terrier intrépido y algo borrachin y cobarde. Y me da por pensar que quizá los padres de la chica fueran admiradores del gran Hergé. Pero ¿se leen cómics, o leían cuando la criatura nació, en el mundo árabe, o son contrarios a las enseñanzas del Profeta?. No lo sé, supongo que podrán responder a eso los predicadores de la Alianza de Civilizaciones y demás, pero viéndola, quiero pensar que sus padres, en burla del Profeta y sus imanes, soñaban con otras posibilidades, tenían buen humor y leían y admiraban al dibujante.

¡ Ah, y por cómo se mueve tras la barra, exhibe anatomía y la miran -miramos- todos, también parece que sus padres la educaron sin demasiada observancia de la tradición, pues más bien parece brasileña, que no marroquí!.

Benditos sean los padres que dejan seguir su camino a los hijos y los educan en las santas enseñanzas de la humanidad y libertad, únicas que pueden redimirnos. Amén.

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