He vuelto a encontrar la letra diminuta y falta
de caligrafía de don Nicasio, entre los papeles de los que soy involuntario
depositario.
Sigo sin comprender la cronología de los muchos
documentos, papeles varios, cartas censuradas, informes médicos y psicológicos
que componen el grueso de la documentación que me enviaron del Servicio de
Correos. Y la falta de fecha en muchos de sus papeles personales compone un
rompecabezas a veces difícil de armar. Para colmo de dificultad, los
expedientes de mi antigua profesión quedaron perdidos en alguna de las mudanzas
a que me vi obligado, y que ahora me hubieran ayudado a saber si las cartas,
agrupadas no sé si por el propio autor o por alguno de sus médicos, vigilantes
o censores bajo el poético nombre de Cartas
de amor muerto, son anteriores o posteriores a su proceso, juicio y
encarcelamiento y hubieran podido arrojar alguna luz sobre las dudas, omisiones
y claroscuros que, pese a la cosa juzgada final, quedaron de todo aquello.
Una al azar dice:
“Señora,
He releído una de
sus misivas, y escojo al azar unas líneas que dicen “Algún día podremos
recorrer el mundo…Ya lo hemos andado mucho buscándonos y mientras la Tierra
giraba íbamos acercándonos a nuestro destino…La vida y sus misterios”.
Bonito pensamiento. Y cierto.
Ese mundo es el que, sin
usted, se me hace a ratos bastante odioso, inane y mediocre.
Afortunadamente, la serenidad de
su alma, la belleza de su mirada y la dulzura de su sonrisa han conseguido,
todos estos años, ser el faro que me guiaba para no encallar, y seguir
navegando entre sueños y jazmines, asido al mástil de mi vida.
Oteando cual gaviero el horizonte todos los años cuando se aproximaba su
visita para ver la luz, y gritar por dentro un ¡Tierra! que era la
salvación de la vida y el alma, refugio de mi navegación.
Muchos días ya sin verla, y
la añoranza creciendo en mi pecho y en mi boca;
será difícil travesía, pero creo estar entrenado para soportarla. Lo
que no es óbice para que a ratos tenga ganas de gritar y blasfemar por no
tenerla, o tenerla tan lejos, sin corporeidad deseada, sin mirada necesaria,
sin palabra recitada al oído, sin caricia...
Las hermosas palabras
que culminaban por entonces sus letras -"mi precioso héroe"- venían a
calmar la angustia que crecía, y fueron bálsamo y bienestar. Ojala aún pudiera
verme así. Me emocionaban muchísimo, por lo que su significado tenía en
nuestra historia y en nuestro mundo. Ese que es, con usted, hermoso y pasable.
Cuídese
Nicasio Pelades
Hospital Psiquiátrico Provincial de Alicante”
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