domingo, 9 de septiembre de 2012

Décima carta de amor muerto


  He vuelto a encontrar la letra diminuta y falta de caligrafía de don Nicasio, entre los papeles de los que soy involuntario depositario. 

Sigo sin comprender la cronología de los muchos documentos, papeles varios, cartas censuradas, informes médicos y psicológicos que componen el grueso de la documentación que me enviaron del Servicio de Correos. Y la falta de fecha en muchos de sus papeles personales compone un rompecabezas a veces difícil de armar. Para colmo de dificultad, los expedientes de mi antigua profesión quedaron perdidos en alguna de las mudanzas a que me vi obligado, y que ahora me hubieran ayudado a saber si las cartas, agrupadas no sé si por el propio autor o por alguno de sus médicos, vigilantes o censores bajo el poético nombre de Cartas de amor muerto, son anteriores o posteriores a su proceso, juicio y encarcelamiento y hubieran podido arrojar alguna luz sobre las dudas, omisiones y claroscuros que, pese a la cosa juzgada final, quedaron de todo aquello.

Una al azar dice:

  “Señora,

       He releído una de sus misivas, y escojo al azar unas líneas que dicen “Algún día podremos recorrer el mundo…Ya lo hemos andado mucho buscándonos y mientras la Tierra giraba íbamos acercándonos a nuestro destino…La vida y sus misterios”.

       Bonito pensamiento. Y cierto.

      Ese mundo es el que, sin usted, se me hace a ratos bastante odioso, inane y mediocre. 

     Afortunadamente, la serenidad de su alma, la belleza de su mirada y la dulzura de su sonrisa han conseguido, todos estos años, ser el faro que me guiaba para no encallar, y seguir navegando entre sueños y jazmines, asido al mástil de mi vida. Oteando cual gaviero el horizonte todos los años cuando se aproximaba  su visita  para ver la luz, y gritar por dentro un ¡Tierra! que era la salvación de la vida y el alma, refugio de mi navegación.

      Muchos días ya sin verla, y la añoranza creciendo en mi pecho y en mi boca; será difícil travesía, pero creo estar entrenado para soportarla. Lo que no es óbice para que a ratos tenga ganas de gritar y blasfemar por no tenerla, o tenerla tan lejos, sin corporeidad deseada, sin mirada necesaria, sin palabra recitada al oído, sin caricia...
      
       Las hermosas palabras que culminaban por entonces sus letras -"mi precioso héroe"- venían a calmar la angustia que crecía, y fueron bálsamo y bienestar. Ojala aún pudiera verme así. Me emocionaban muchísimo, por lo que su significado tenía en nuestra historia y en nuestro mundo. Ese que es, con usted, hermoso y pasable.

Cuídese
Nicasio Pelades
Hospital Psiquiátrico Provincial de Alicante

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