viernes, 25 de octubre de 2013

Escena y 2

La camarera de mi otro bar de todas las esquinas también exhibe anatomía y dulzura.

Es una voluptuosidad en movimiento, una sonrisa en el aire, una imagen prendida en la imaginación.

No sé cómo se llama, pero le he puesto por nombre Eleanora o Isadora,  nombres elegantes, con reminiscencias de sexo aún por despertar, lujurias contenidas y prometedoras, lencería de encajes finos, mañanas de desayuno en suite suntuosas y alfombradas, de tardes abandonadas entre copas de champaña y frío centroeuropeo.

Por supuesto que luego resultará llamarse Jennifer o Antonia –Toñi para las amigas-, llevará el ombligo perforado y la espalda tatuada, y su horizonte espiritual será el polígono discotequero o así.

Pero la imaginación es poderosa. Y la pluma vuela:

Ninfa espigada
revoloteas entre las mesas
como elegante mariposa.
Tienes aire espiritual
ademanes apocados
mirada un punto glacial.
Un pasado turbio
quizá;
una historia por acabar.
O simplemente
el hartazgo
de la jornada laboral
la desilusión
de un sueño por rescatar;
el hastío del último donjuán
que solo deseaba
tu cama calentar.





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