viernes, 8 de noviembre de 2013

Escena y 3, God save the homeland!

A mi lado los hijos de la Pérfida Albión trasiegan cerveza y cigarrillos de cannabis, al sol escaso que enseñorea hoy el otoño levantino.

Sus cuerpos sonrosados, de buen criar y mejor beber, diríase varados en el bar, que para ellos será low cost o así, como todo el país. Su habla extraña resuena en las paredes, amplificada por las dosis de alcohol y ociosidad que a esta hora vespertina preside ya su sobremesa. Las aptitudes son un poco violentas, un punto imperiales, un mucho excesivas, adornadas de cuando en cuando con cánticos exaltados y salves a la Queen.

Andamos en venta, en saldo perpetuo y promocionado, rebajados en cumbres internacionales, planes de rescate, desgobiernos varios y territorialmente dispersos.

Comprendo que no es tiempo de ser demasiado escrupuloso con quien paga nuestras facturas y consume nuestro sol y la sal del viejo mar.


Pero con el filósofo, un regusto amargo me sube a la garganta y me impregna las vísceras, mientras fumo mi pipa y entre dientes mascullo “no era eso, no era eso”.





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