martes, 4 de febrero de 2014

Lecturas y 42, Tertio confessione

He empezado a escribir, con esa caligrafía mía difusa falta de belleza material –espero que no formal- tan criticada por quienes se ven en la obligación de leerla,  con una vieja Parker 21, estilográfica heredada o usurpada no sé muy bien a quién, que debió comprarla allá por la década de los años 60 del siglo pasado, según he podido saber. Tiene por tanto más años que el escribiente que la usa sorprendido por su belleza, precisión y prestancia, que se conservan intactas quiero suponer como el primer día.

No sé donde me llevaran los renglones y párrafos que con ella imagine, de un azul intenso –me permití el lujo de cargarla con la Royal Blue, esa tinta de Mont Blanc que lleva el color del cielo al fundirse con el mar allá en el horizonte o así-. Pero espero que algunas de las palabras que salgan de su plumín de acero, sean merecedoras de alguna lectura, comentario o sonrisa aunque sea benevolente.

Algunos dirán que es otro esnobismo mío, en el siglo de la tecnología, otra extravagancia, un capricho cualquiera e inútil.

Un tipo que fuma en pipa, usa sombreros, escribe con pluma estilográfica.

Pero amigos, es que el hábito no hace al monje pero ayuda a distinguirlo y lo arropa. Y en este tiempo inclemente,  gris, relativo, que nos toco padecer y vivir, incluso en las pequeñas cosas, es mejor rodearse de amigos fieles, compañías ciertas, respuestas seguras, valores reales.

Y eso tanto vale para escribir con una vieja Parker 21, como por ejemplo, votar o no a un político decente -¿los hay?-, tener una amante paciente y experta, un amigo franco o una ginebra inglesa.


O sea.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Soledad

        Soledad. La calle solitaria acompaña mi vigilia húmeda de madrugada y deseo; te busco en todos los rostros te persigo en todos los c...