El vuelo de Ryanair, salido desde Valencia
con una puntualidad casi británica, lo cual dice mucho de los irlandeses estos
que son, por ahora, la única aerolínea de bajo coste que sigue mereciendo dicho
nombre, o al menos, la que más lo merece, nos ha depositado con una suavidad
exquisita en la llanura sueca, que se vislumbra casi congelada y gélida tras
los cristales de la terminal. El aeropuerto de Skavsta se encuentra situado
cerca de cien kilómetros al Sur de Estocolmo, y es muy funcional y pequeño.
Aquí vuelan las compañías de bajo coste, y a estas horas de la noche ártica, se
encuentra casi vacío. Un sonriente policía, con un perro que se me figura
pastor belga, o alguna raza similar, nos da la bienvenida, mientras el chucho
olfatea sin demasiado ánimo el equipaje. Afortunadamente, el aeropuerto
funciona muy bien, incluso a estas horas, y tras una rápida espera, de escasos minutos,
los equipajes aparecen en la cita, y pronto tenemos en la mano los tickets de
los autobuses que conectan con el centro de Estocolmo –la Terminal de
autobuses, trenes y metro, Cityterminalen-. Los vuelos de Ryanair van seguidos
de enlaces con los principales centros urbanos del país, afortunadamente, a través
de un eficiente servicio de Flybussarna; y la verdad que con tanta precisión y
comodidad merece la pena ahorrarse lo máximo en el vuelo volando con ellos. El
único inconveniente es, pues, la hora de llegada y el trayecto final a Estocolmo
en autobús, pero si no se tienen demasiada prisa ni se es demasiado exquisito,
tanto la una como el otro nos pueden acercar algo más al país, observándolo
desde otra perspectiva. Y la verdad, a mí sí me mereció la pena, pues la visión
de la llanura sueca en la noche me pareció una imagen imborrable: bosques y
pastos, lagos y casitas campesinas preciosas, en típica construcción nórdica
tan imitada y retratada; y una curiosidad que me llenó de envidia: todo el
trayecto de la autopista y sus carreteras circundantes, desde el aeropuerto
hasta la capital, iluminados por cientos o miles de farolas, que a diferencia
de España, cuelgan de cables tendidos a lo ancho de la calzada. ¡Un despliegue
impresionante de “estado de bienestar” y de servicio nada más llegar!