martes, 22 de julio de 2014

Nuevas -o noticias-.


De nuevo noticias de Don Nicasio, en un texto que no lleva fecha ni firma, aunque reconozco al punto y sin esfuerzo tanto su extraña y difícil letra como la reiteración de sus ensoñaciones y argumentos. No lleva marca de la censura de los médicos, por lo que quiero pensar que no llegó a franquearla ni enviarla; en todo caso, punto álgido de su locura, que aún imaginaba con vida, y recordándolo, la destinataria de su desvarío y crimen. Preguntándose la razón de su encierro, la condena al desamor, el destierro a la ausencia y la penumbra.

La soledad de los días de barrotes, y la dureza del tratamiento –que a los ojos de hoy nos repugna y asombra- empezaban a causar estragos en su inteligencia y lucidez, otrora admirada y reconocida por cuantos le trataron aquellos días, y aún antes: compañeros de embarque, abogados, fiscales, jueces, psiquiatras…

Señora,

Recibo con sorpresa e incredulidad sus palabras, plasmadas en esa caligrafía suya tan elegante y clara, de internado de monjas, rebosante de lecturas y plumieres. Es muy hermoso eso que dice usted, muy hermoso de verdad.

Por supuesto que en mi situación actual – perdí la cuenta de los años, con sus días y sus, ¡ay! noches, encerrado - hacia tiempo que nadie decía algo así de mí; de hecho creo que es la primera vez que alguien dice algo tan hermoso de mi persona.

Con el tiempo, no creí ser capaz de provocar esas sensaciones en una mujer, y más en una mujer como usted, tan bella, culta, inaccesible. Y creo no merecerlo.

Yo también me sorprendo muchos ratos acordándome. También la pienso, en esa expresión suya que tanto me sorprendía cuando la oía de sus labios refiriéndose a otros. Me resulta extraño que, viéndola ya nada, y recordándola tan sólo a través de mi memoria y de los papeles ajados que me permiten aquí, perdida muchos días la lucidez que me cercena el tratamiento y el electrochoque, me acuerde de esos momentos en que soñé que era mía; no son reales esos sueños, pero en todo caso mágicos. No tenga duda que, superado el trance, la volveré a tener en los brazos, y usted en los míos acunada y amada.

Es difícil y duro ese recuerdo. La veo llena de vida, hermosa, desnuda frente a la mar que nos acogió, sin pensar en el fatal día. Cada uno tiene sus circunstancias, distintas y complicadas; sus historias pasadas, y su presente. Y el mío es el internado, el castigo, la pena, la justa retribución.

Quiero pensar que el suyo es la mirada limpia, la sonrisa, la sangre corriendo por sus venas, el corazón latente y enamorado…






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