De nuevo noticias de Don Nicasio,
en un texto que no lleva fecha ni firma, aunque reconozco al punto y sin
esfuerzo tanto su extraña y difícil letra como la reiteración de sus
ensoñaciones y argumentos. No lleva marca de la censura de los médicos, por lo
que quiero pensar que no llegó a franquearla ni enviarla; en todo caso, punto álgido
de su locura, que aún imaginaba con vida, y recordándolo, la destinataria de su
desvarío y crimen. Preguntándose la razón de su encierro, la condena al
desamor, el destierro a la ausencia y la penumbra.
La soledad de los días de
barrotes, y la dureza del tratamiento –que a los ojos de hoy nos repugna y
asombra- empezaban a causar estragos en su inteligencia y lucidez, otrora
admirada y reconocida por cuantos le trataron aquellos días, y aún antes: compañeros
de embarque, abogados, fiscales, jueces, psiquiatras…
“Señora,
Recibo con sorpresa e incredulidad sus palabras, plasmadas en esa
caligrafía suya tan elegante y clara, de internado de monjas, rebosante de
lecturas y plumieres. Es muy hermoso eso que dice usted, muy hermoso de verdad.
Por supuesto que en mi situación actual – perdí la cuenta de los años,
con sus días y sus, ¡ay! noches, encerrado - hacia tiempo que nadie decía algo
así de mí; de hecho creo que es la primera vez que alguien dice algo tan
hermoso de mi persona.
Con el tiempo, no creí ser capaz de provocar esas sensaciones en una
mujer, y más en una mujer como usted, tan bella, culta, inaccesible. Y creo no
merecerlo.
Yo también me sorprendo muchos ratos acordándome. También la pienso, en
esa expresión suya que tanto me sorprendía cuando la oía de sus labios refiriéndose
a otros. Me resulta extraño que, viéndola ya nada, y recordándola tan sólo a
través de mi memoria y de los papeles ajados que me permiten aquí, perdida
muchos días la lucidez que me cercena el tratamiento y el electrochoque, me
acuerde de esos momentos en que soñé que era mía; no son reales esos sueños,
pero en todo caso mágicos. No tenga duda que, superado el trance, la volveré a
tener en los brazos, y usted en los míos acunada y amada.
Es difícil y duro ese recuerdo. La veo llena de vida, hermosa, desnuda
frente a la mar que nos acogió, sin pensar en el fatal día. Cada uno tiene sus
circunstancias, distintas y complicadas; sus historias pasadas, y su presente. Y
el mío es el internado, el castigo, la pena, la justa retribución.
Quiero pensar que el suyo es la mirada limpia, la sonrisa, la sangre
corriendo por sus venas, el corazón latente y enamorado… “