domingo, 30 de diciembre de 2012

Lecturas y 22, madrugada

Me levanto
en cama ajena y desconocida.

La mujer se asea en el baño
y alaba mis dotes amatorias.

Le agradezco su mentira
yo también le mentí
al decirle que la quería.

Declino el desayuno común
prefiero el paseo por calles grises y mojadas
de domingo invernal y solitario.

viernes, 28 de diciembre de 2012

Lecturas y 21, democracy

He preguntado a mi banquero por qué
roba nuestro dinero

He preguntado a mi diputado por qué
cercena nuestro futuro

He preguntado a mi sindicato por qué
crece la lista del paro

He preguntado a mi psiquiatra por qué
los locos andan sueltos

He preguntado a mi sacerdote por qué
Dios consiente esto.

Economía. Democracia. Respeto. Esperanza. Fe.
Contestan.

Palabras, palabras.
Yo las amo, en su precisión.
Por eso les replico
mentirosos, nauseabundos, idolatras, traidores.

viernes, 21 de diciembre de 2012

miércoles, 28 de noviembre de 2012

¿Primera? carta de amor muerto.


Entre los papeles de don Nicasio, aparece de nuevo una extraña carta, sin fecha.

En esta no hay rastro de estampillas de censura, ni tampoco va firmada. Quizá solo fuera un borrador salido de su mente enferma, o un texto no enviado escrito antes de su encierro.

En todo caso, no hay duda de su autoría, más si se relaciona con las otras;  y casi me atrevería a decir que es, en efecto, de un tiempo anterior a todo su caso y juicio. El comienzo de algo.

Las referencias a su amor, de tan triste destino final, sigue poniendo la congoja en el alma y el nudo en el estómago. A pesar de la atrocidad última, ¡qué difícil le debió resultar el final para su alma atormentada!

Hela aquí:

“Cada héroe tiene su cronografía. Y el lugar de sus hazañas queda marcado en los textos,  jalones de su existencia y deambular. Fechas y lugares que, con el tiempo, son mitologías para las generaciones futuras, a las que vuelven para encontrar explicación a sus pequeñas historias; son  el refugio de sus miedos, la esperanza de sus sueños, la justificación de su forma de ser.

Yo, como el Poeta, no soy un héroe.  Mis armas y mis bagajes siguen siendo limitados: unas palabras, un color de difícil rima,  lecturas, la timidez de un niño, el hastío de un hombre duro…

Pero tengo poderosos aliados. El mar viejo y sabio; el sueño intenso y febril, la fe en una mirada, la desnudez proclamada de mi alma, la descarnada sinceridad.

Y sin embargo, también tengo una cronología y un lugar de mis hazañas.

Estos pasados siete días de agosto ya el comienzo de mi pequeña historia, el inicio de la vida tras la oscuridad y el silencio, el renacimiento del palpitar para mi corazón.

Y tuvo que ser en el mar de los héroes legendarios, de la civilización que llevo en las entrañas. En él vi por primera vez hace muchos años la razón de la existencia, y a esa razón me aferré a mis quince años, convirtiéndola en la materia de los sueños, la necesidad de mí respirar, la justificación del combate que, aún perdido, daba sentido a todo.

Han  pasado veintiséis años. Veintiséis inviernos fríos y duros. Años de luchar contra el tiempo, de armar las razones y los sentires, de no abandonarse a la locura y  la desidia. Una vida no plena de un niño que dejó de serlo y de un hombre que soñaba con el azul y el mar, atrapado entre familias, compromisos, sueños ajenos, justificaciones vacuas, inseguridades  y miedos.

El antihéroe amputado, convencido de que el invierno de su vida era perpetuo, y a él se habituaba, resignado.

Y en siete días de un mes de agosto, en la playa del viejo mar, el hombre ha vuelto  a ser el niño de sus quince años, y el niño se ha transformado en el héroe que soñaba en las noches estrelladas, caminando entre olas y marejadas, imaginándose morir en el azul de su amada.

Al fin, renace. Y canta. Vuelve a soñar. Pero ahora el sueño no es oscuro, ni enfermo, ni desvarío. Es luz, felicidad, dicha.

Y todo gracias a la ninfa de ojos azules que, tras veintiséis años, sigue siendo la misma. La fe y la certeza de entonces hechas realidad. El niño héroe está feliz, pues sólo él –creo- sabe quién es ella:
La belleza, la sabiduría, la hermosura, el mar, el intelecto, el sexo, el deseo, el misterio, la alegría, la calma, la serenidad, el fuego…ella es la mujer de los griegos, la amada de los héroes, la diosa de los romanos, el harén de los árabes, la princesa de los caballeros. Ella es todas y cada una de ellas, el motor de nuestra civilización, y lleva en su mirada toda la historia de nuestro viejo mundo, que ahora nace de nuevo y hermoso en el corazón, en la boca, en el cantar, de un pequeño héroe.

El es así por Ella. Y para Ella.

En la noche estrellada, oyendo el susurro del mar, el hombre piensa estas cosas y las pone negro sobre blanco, torpe pero sinceramente, para hacérselas llegar, junto a todo el sentir y agradecimiento”.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Sorpresa


Ya sé que es poca cosa, pero hace ilusión. 
Aquí os dejo el mensaje que recibí esta mañana. Es mi primera participación en un Concurso Literario, y por lo menos veré un poema publicado negro sobre blanco. 
Una versión del poema "Los beneficios de la Absenta", que anda por aquí también expuesto.
Estoy contento. Sí.

"Apreciado Enrique,    
Nos es grato comunicarte que el poema que enviaste titulado “De los beneficios de la Absenta” al I Certamen Internacional Toledano “Casco Histórico”, ha sido clasificado en el lugar número 26. Como te informamos en la Bases, a los 120 primeros clasificados se les publicará su poema en un libro que recogerá a los 120 catalogados. En tu calidad de finalista, recibirás en tu domicilio postal un ejemplar gratuito, que te cede la Secretaría del certamen, sobre el mes de enero. Han participado en el género de poesía, 211 autores/ras. Así que… te felicitamos. Recibe un fuerte abrazo de los jurados, Editorial Celya, y Secretaría."

lunes, 8 de octubre de 2012

Los tres aros


Anduve los días pasados por el norte cantábrico español. Visité los pueblos marineros –Laredo, Santoña, San Vicente…- que se asoman tranquilos al indómito mar, al que miran desafiantes con sus elegantes paseos marítimos, sus antiguos puertos pesqueros, sus viejas callejas, con el olor penetrante a sal y a pescado, donde las afanosas manos de las mujeres cosen las redes que serán instrumento para el sustento de las familias en la lucha diaria contra el elemento y el precio de las lonjas.

Sus nombres rememoran hazañas pasadas en la pesca de la ballena, en los caladeros fríos del Norte, vientos duros y mares encrespadas, en la boga perdida de las antiguas traineras, sustituidas hoy por satélites, barcos factoría y globalización.

Pero con sorpresa y admiración, me tropecé también con muchos hombres –jóvenes aún, curtidos por la sal, el viento y la inclemencia- que lucían los tres aros en la oreja. Si la costumbre no fuera, como digo, acompañada por la mirada dura  y firme, las manos con la piel cuarteada y  morena, por los cuerpos fibrosos del arriar los cabos  y trabajar las artes, hubiera pasado por esnobismo moderno, como traición de costumbres, burda imitación.

Pero los que amamos la mar, toda la mar, que extasiados con su infinita fuerza y misterio nos sentimos atraídos por su terrible belleza y su transcendencia, sabemos y admiramos, el significado de esos tres aros en la oreja.

Los tres cabos. Los tres continentes por estribor, desde la cubierta del barco. Singladuras lejanas. Valentía. Soledad. Mar infinito en el horizonte y atrás, en la popa.

 Los tres grandes cabos: el de Buena Esperanza al sur del África; el cabo Leeuwin, al sur de Australia  y el cabo de Hornos, al sur de América. Superarlos es una gesta que da derecho a lucir los tres aros, según la tradición marinera. Antiguamente, los portadores de tales adornos tenían el derecho incluso a permanecer en pié ante los reyes, y según costumbre inveterada, a orinar contra el viento en las singladuras.

Por eso, en mis paseos a la orilla del Cantábrico, humeando mi pipa y sintiendo el bramido del viento, viendo mecerse los barcos abarloados en los puertos, y cruzar miradas con tipos así, de mi edad o incluso más jóvenes, no pude dejar de sentir una honda admiración y un punto de envidia.

A mí, nacido en la llanura manchega, ese otro océano de viñedos y cereal, pero que llevo el olor a sal y mar en mis entrañas, que miro el horizonte perderse a diario en el viejo mar de los romanos, y sueño con derroteros y navegaciones, también me hubiera gustado lucir los tres aros en la oreja.

viernes, 28 de septiembre de 2012

Azul



Me he encontrado, leyendo un sesudo estudio sobre la mítica película Casablanca, de Michael Curtiz, el párrafo que reproduzco a continuación.

Los escasos lectores de estas letras mías sabrán la predilección que en mis pequeños versos y mínimos textos tiene  la palabra “azul”, que es rima difícil y complicada, pese a lo cual la utilizo profusamente en unos y otros, y es inspiradora de gran parte de mis ocurrencias y divagaciones.

Palabra que define el quinto color del espectro solar.

Hasta ahora no había sabido plasmar el motivo de esta querencia mía con la profundidad apropiada, tal y como la siento a veces cuando la utilizo negro sobre blanco.

Renuncio a hacerlo y hago mías las letras que siguen, escritas por J.A. González Casanova en su libro Casablanca, Una historia y un mito, Editorial Kairos. Aunque no escritas por mí, las suscribo plenamente, y las acepto como explicación erudita a mi natural predisposición al azul. Son la explicación del autor a la fantástica frase-una de tantas- que Rick-Bogart le dice a Ilsa-Bergman cuando, recordando su separación en Paris, dice: “Los alemanes vestían de gris y tú ibas vestida de azul”.

Pues bien, dice González Casanova: “El azul es el color más profundo e inmaterial, frío  y puro. Entrar en “lo azul” es pasar al otro lado del espejo (más allá del narcisismo) igual que el pensamiento consciente pasa al inconsciente. El azul  absorbe las contradicciones y las alternancias de la vida porque el azul  no pertenece a este mundo, sino a la eternidad tranquila y acabada, sobrehumana. El azul  expresa un movimiento en distancia, de ironía, que conduce al hombre al infinito: un deseo de pureza y una sed de lo sobrenatural. En los muros de las necrópolis egipcias se dibujaba en azul los juicios de las almas, pues este color era el color de la verdad: simbolizaba la muerte.
Pero sobre todo el azul es el color de los Campos Eliseos, del Edén, simboliza lo Femenino…

El azul es el color de los dioses del cielo romano, y para el Tao-te-king chino significaba lo no manifestado, así como para la mística islámica es el color que simboliza la certeza de la intuición, y el alma vital de hombre. Para Jung, en fin, el azul es el color del Cielo, el Espíritu y del pensamiento.”

Lo único que se me ocurre añadir es que el azul es el color del mar, ese viejo sabio que me acompaña en mi deambular y soñar.

Ya tengo, pues, explicación para mi ilusión/visión. 

Satisfactoria.



Soledad

        Soledad. La calle solitaria acompaña mi vigilia húmeda de madrugada y deseo; te busco en todos los rostros te persigo en todos los c...