miércoles, 4 de marzo de 2015

Carta de amor muerto y ...

Hace algunos días, en descanso de quehaceres laborales y domésticos tuve tiempo de volver a ocuparme de los papeles, recuerdos y cosas varias de don Nicasio Pelades, que como algunos de ustedes saben me vinieron impuestos o casi, como involuntario depositario. He dejado ya por aquí alguna de sus cartas que, fechadas o no, ayudan mínimamente a rastrear su caso, proceso y desenlace. En ellas se plasma con cruda realidad el desvarío que vivió su alma, y las apetencias y deseos que impulsaron el recorrido de su vida desde que conoció a la destinataria de las mismas hasta el fatal desenlace que con tanta prodigalidad y afán minucioso fue publicado en diarios y noticieros. 
Ésta de hoy debió de corresponder a alguno de los intervalos de silencio que su vida marinera y mundana impuso en ocasiones. No va fechada, y por firma una lacónica inicial, como sabiendo -o deseando- que la destinataria no necesitaba más para saber el remitente. Por esperarlo o desearlo a su vez. Llama la atención de nuevo la laboriosidad del trazo, el trabajo de la copia, el afán conservador de todo su material, gracias a lo cual hoy podemos quizá comprender.


"Mucho tiempo señora, sin empuñar la pluma como pretendido florete virtuoso, como imaginada espada de fuego para hacerle llegar los sentires y las nauseas.

El silencio impuesto por la vida y la distancia parece vencer mis ansias por  usted,  el deseo de su cálido cuerpo, las ganas de morir en su mirar y en su boca, la locura del abandono en su cuerpo acogedor, la fiebre por recorrer todos los poros de su piel, por amarla al amanecer después de otra madrugada de versos y desvarío.

Pero sólo lo parece.

El deseo, la fiebre, la locura, el amor, siguen tan presentes, tan reales, tan nítidos, tan crudos, como la primera vez que la vi, y tan inspiradores de mi deambular y de mis letras como todas y cada una de las cartas de amor muerto que le escribí y que adornan, impropias, lascivas, ocultas, las páginas de mis escritos. Empapelando, como mortaja de felicidad, los días y las horas, los lugares, las estancias donde transcurre la vida y el sueño.

Porque eso es, sigue siendo, usted. La vida y el sueño. Una y otro incomprensibles, vacíos, fríos, inanes sin su persona, sin su mirada de mar, sin su risa contagiosa, también sin su recuerdo. Usted, que todo lo llena, que todo lo transforma, que todo lo ilumina.

He comprendido que no será nunca mía; al menos como hubiera deseado y soñé: real, diaria, cercana, quizá monótona, pero física, y no sólo espiritual. Mía. Como yo lo soy suyo, desde el pálpito de mi corazón hasta la interconexión última de mi última neurona. En plenitud. Porque sólo soy en usted, mi yo real es usted, mi justificación su vida, mi hogar su vientre cálido, la esperanza, el descanso, la dicha.

Esa idea preside mi existencia; es mi blasón y el frontispicio de mi casa. La bandera de mi pequeño velero que navega en los mares imprecisos y peligrosos del siglo; la sal de mi mar / la luz de mis noches, en versos inocentes que escribí hace tiempo y que siguen vigentes, en su inocencia y verdad.

Hubiera deseado pasear la vida a su lado. Como lo hago en la noche del sueño y la madrugada del insomnio, en las que la acompaño por todos los lugares, la velo en todos los descansos, la protejo en todos los peligros, compartiendo con usted la risa y también la lágrima, el  enfado pero igualmente el deseo, el día y la noche, la jornada y la vacación. Como novios recién estrenados o matrimonio viejo y bien avenido, esos que nunca fuimos ni seremos.

Sé que mis letras no son originales, ni siquiera hermosas; no figuraran en ninguna compilación de cartas o poemas de amor, no serán leídas más que por usted y por mí antes de pasar al olvido y a la desaparición, el tiempo que dure la tinta o el viejo papel con que son escritas. Tampoco lo pretendo. Y no tengo necesidad ni intención de originalidad. No es necesaria: usted es su destinataria, y por usted son paridas e imaginadas. Por lo tanto, poca originalidad pretenden; sólo su persona las ilumina. Y el sentir que yo tengo por usted, que es único, repetible, previsible, diáfano, preciso.

Vivo en su recuerdo, respiro por sus pulmones, mi corazón- ¿o son dos?- late con el suyo, mi deseo y hombría sólo en usted se excitan, la calma sólo llega en su mirar.

Todo igual. Siempre. Eterno. En los siglos y la historia.

Suyo

N."





lunes, 2 de marzo de 2015

Pena

Ha muerto el jefe de la Banda. El gran González Ledesma.

Descanse en paz. Leeremos de nuevo sus grandes novelas. Literatura de la negra, negrisima. De la buena. Y beberemos un carajillo por Méndez, que se nos queda huérfano.


http://www.elmundo.es/cultura/2015/03/02/54f41814268e3e202b8b456c.html

miércoles, 25 de febrero de 2015

Navegando

La gaviota, quieta,
colgada del cielo
es lo único vivo entre mi cofia
y el horizonte.
He sucumbido a los piratas
ron, ron, ron
quince hombres en el cofre del muerto
y una botella de ron…
He pedido ser arrojado a la mar
envuelto en tu pañuelo multicolor
pero me pasaron por la quilla
pasto de tiburón.
El mar, uno cualquiera, es mi vida,
el viejo velero,
roto, astillado, el féretro en el que navego.
El dolor y la quieta gaviota
mis únicos compañeros.

Soy errante en un mar cualquiera.




lunes, 23 de febrero de 2015

Politica

El humo de la ciudad
crece
envuelve todo como mortaja blanca
las calles, los parques, las gentes.
En algún lugar hay un incendio
rojo
devorándolo todo como bomba nuclear.
Todos somos espectros blanquísimos 
y muertos
pese a las risas, las cópulas, las transacciones;
muertos en vida
perdida humanidad.
¿Dónde el hombre?
¿Dónde el Dios?


lunes, 2 de febrero de 2015

Simplismos

La tarde es imprecisa
en el rincón de la ciudad;
sueño con oír de nuevo tu risa
donde sólo hay oscuridad.
Este es un poema escrito con prisa
vergonzante; su rima obscenidad.
Pero sin musa, sin sueño, sin vida
sólo hago versos infantiles, y digo verdad.



miércoles, 28 de enero de 2015

Hace 70 años...


En el año once,  en unas pequeñas vacaciones en tierra polaca –tierra amada, por la que siento una especial predilección que no sé explicar, ni lo intento-, visité el Horror, del que ahora se cumplen setenta años de su descubrimiento y liberación.
¡Setenta años!  Quizá parecen muchos, pero no lo son. Y conviene no olvidar; nunca. Más ahora que recorre la vieja y herida Europa un viento helado, pesado, como de otro tiempo, que alimenta fantasmas aterradores  y peligrosos.

A la vuelta del viaje, conmocionado, escribí esto, que ahora me permito reproducir, en homenaje a los muertos, en especial a los dos que codan el texto: en cumplimiento de su mandato al borde de la fosa común por uno; por el otro, rendido a su lucidez y verbo preclaro.


“Hay una foto colgada en la pared.

Grande, algo borrosa, pues es antigua y está aumentada para observarla mejor.

En blanco y negro.

El frío cala los huesos y el ánimo. En la foto también.

Un andén ferroviario. Famoso, en una vía muerta.

Del vagón, con las puertas abiertas, desciende la gente. Los rostros cansados, las miradas de desconcierto, el miedo. La incredulidad.

Es difícil aguantar la escena, aún hoy desde nuestro tiempo cómodo y amnésico.
El niño me mira, mientras a su lado la abuela, envuelta en ropajes y harapos, se afana en recoger la maleta de cartón y el hatillo de ropa, atrayendo a su ser a los pequeños que trae consigo.
Todo el andén es un revuelo de hombres y enseres, y se adivinan las órdenes y los gritos en el comienzo de la formación.
Dos filas ordenadas por los uniformes y las rayas.

Parece nevar, y el frío penetra en el alma desolada, como entonces.

Al fondo, tras el bosquecillo, se adivina una chimenea y el humo blanco.
Aquí, en el primer plano, el niño me mira preguntándome qué ocurre.

Una lágrima resbala en mi rostro, aterido de frío y horror.

Esa mirada me acompaña toda la vida, pues en ella veo la mirada limpia, inocente, trasparente, de mis hijas.

Y sigo sin saber que responder.

Coda.
Gente, no lo olvidéis; hablad de esto, gente; guardadlo todo”. Simón Dubnow, historiador judío de ochenta y un años. 7 de diciembre de 1941, camino del bosque de Rumbula, fosa común de los 30.000 judíos del gueto de Riga.
Verso de un poema de mi amigo Pedro Carlos Amador “Del crío humano que murió sin risa/ en Auschwitz. ¿Quién calcó el pertinaz grado/ de manera tan cruel y tan precisa?”

jueves, 8 de enero de 2015

Mínimas escenas y 5

Sigo en la vacación estos días de comienzo del  año, regalos de Reyes y roscón.

Apuro los minutos antes de la vuelta al ritmo diario de labor, la monotonía de la crianza, deberes, actividades,  entretenimientos varios con los que entretejo las horas de las hijas, los momentos del  invierno.

Han pasado las fiestas, disfrute de familia  y amigos; acúmulo de kilos, buenos propósitos,  renacidos deseos, renovadas esperanzas, soñadas aficiones y aspiraciones.

Me asomé al mar, inmutable y ajeno a celebraciones. Inmenso en su soledad y hermosura, grandeza azul y plomo.


Y como todos los años,  me congratulé. Por él, por mí, por nosotros.

Soledad

        Soledad. La calle solitaria acompaña mi vigilia húmeda de madrugada y deseo; te busco en todos los rostros te persigo en todos los c...